Innovar no es sinónimo de inventar, ya que se trata de un proceso más complejo, el cual culmina con la adopción por parte del mercado, de un nuevo producto, proceso, o servicio.
Desde que la innovación es considerada motor del crecimiento económico, siguiendo las tesis de Joseph Schumpeter, el modelo I+D+i se convierte en paradigma dominante, en el que el científico genera conocimiento, el ingeniero crea prototipos a partir de éste, y el empresario implementa la innovación llevándola al mercado.
Este modelo, es extraído a partir del éxito de empresas que triunfan, gracias a patentes tecnológicas y licencias de uso, y ha inspirando políticas públicas que tratan de fomentar la innovación, en busca de un aumento de la competitividad de los países.
Sin embargo, Europa cuenta con un nivel alto en ciencia y en tecnología, a pesar de lo cual se encuentra muy por debajo en innovación, respecto a otras regiones o países con un desarrollo semejante. Esto pone de manifiesto que el uso de este modelo I+D+i, no funciona como se esperaba de él, dejando al margen mucha innovación adicional, no considerada hasta fechas recientes, pero cuya existencia queda patente en sectores en los que la investigación científica no interviene, pero en los que si se produce innovación. Los datos demuestran que esta innovación oculta, tiene un impacto incluso mayor en la economía, que el de aquella que responde al modelo lineal tradicional.
La ineficacia de este modelo proviene de la no consideración de que también mediante la experiencia, se genera conocimiento, punto de partida de la innovación. De este modo tal y como anunciaba E. Von Hippel, todos los nodos de la cadena funcional de producción y consumo, pueden generar innovaciones. Esta innovación distribuida hace posible que cualquier organización pueda innovar, sin necesidad de contar con un departamento de I+D propio y grandes recursos, integrando el conocimiento generado fuera de ella.
El último de estos nodos en la cadena, lo constituyen los usuarios finales, y estudios realizados por la Unión Europea a partir del año 2008, demuestran que, aquellas empresas que involucran a los usuarios, son mucho mas innovadoras que el resto, incluso entre sectores industriales, de países con mucha diferencia de inversión en I+D.
Existen diferentes grados de intensidad para ello, que parten de una correcta gestión de las quejas y reclamaciones que puedan darse, pasando por la realización de encuestas de opinión para la obtención de datos, o llegando incluso a involucrar a los usuarios en el diseño de los productos y la toma de decisiones en la organización.